Miercoles Santo

Al atardecer de éste día, se congregan los devotos en el atrio del gran Convento de San Francisco de Lima, para presenciar una de las más bellas procesiones que pueden verse en Lima: LA PROCESIÓN DEL ENCUENTRO. Se ha querido escenificar aquí, con el más acendrado sentido barroco, el sufrimiento de la Madre de Dios ante el suplicio de su hijo.

En medio del incienso y de la música solemne, aparecen en el atrio dos preciosas imágenes, ambas obras de arte de la imaginería colonial limeña: Jesús Nazareno , talla de cuerpo entero que nos presenta a Cristo caído de rodillas ante el peso de la pesada cruz que porta sobre el hombro derecho, en tanto que su mano izquierda busca apoyo en el piso. La expresividad de su doliente rostro conmueve a los espectadores, con ese sello de dolor que sólo sabían imprimir los maestros antiguos. El anda en la que va cargado es un bello aparato de estilo neoclásico, obra del siglo XIX. Detrás de Él aparece la Virgen Dolorosa , bellísima imagen también de talla completa del siglo XVIII, que ha sido atribuida al escultor Baltazar Gavilán; va tocada de un precioso velo negro y resplandores de plata sobre la cabeza. Su actitud mirando hacia el cielo y adelantando una mano hacia el espectador, mientras con la otra toca su corazón atravesado por un puñal, es conmovedora.

Apenas salen del templo franciscano, ambas procesiones toman rutas distintas para llegar a la Plaza Mayor de Lima, donde se produce su “encuentro” frente a la Catedral. Terminado el homenaje del Arzobispado, ambas imágenes regresan juntas por bellas y tradicionales calles de Lima antigua, que nos trasladan evocadoramente a tiempos antiguos, retornando a su templo.